Begoña Iñárritu, Facultad de Ciencias, UNAM
Uno de los mitos de los murciélagos es que son ciegos, lo cual es totalmente falso. Incluso podría decirse que tienen “mejor” vista que los humanos, pues son sensibles también a la luz UV. Sin embargo, aun detectando estas ondas de luz, el interior de una cueva sí carece totalmente de luz y los murciélagos hacen uso del resto de sus sentidos para localizar otros individuos de su especie y guiarse en la oscuridad. El más relacionado a ellos es la ecolocación―también conocido como biosonar―, que es la capacidad que tienen algunos animales de navegar y conocer su ambiente a través del envío de ondas ultrasónicas que rebotan en los objetos y regresan al individuo para que procese la información.
Muchas cosas suceden dentro de la cueva, y los murciélagos viven casi la mitad de su vida dentro del refugio. En esta nota les voy a contar qué es lo qué es lo que pasa en una cueva de maternidad, el refugio que las hembras eligen para dar a luz y cuidar a su cría hasta que sean independientes. El murciélago magueyero menor (Leptonycteris yerbabuenae) es un murciélago que se alimenta de néctar y polen con una distribución peculiar que aún encierra muchas interrogantes. Este murciélago tiene pocos años de haber salido de la lista de especies en peligro de la NOM-059-SEMARNAT en México, siendo la única y primer especie en salir hasta ahora, en vez de entrar a la lista. Utiliza su lengua larga para obtener néctar principalmente de cactus y agaves, por lo que es uno de sus polinizadores nocturnos: un tema al que recientemente se le ha dirigido los reflectores por importancia ecológica y económica para la producción del tequila y el mezcal.
Las hembras ―y menciono a las hembras porque aún no se sabe en dónde están los machos a lo largo del año― se pueden dividir en dos grupos de acuerdo a la época y sitio en donde tienen a su cría: un grupo de hembras tiene a su cría en los meses de octubre y noviembre en el sur y centro del país; otro grupo se aparea en las costas de Jalisco durante el invierno y posteriormente migra hacia al norte, a cuevas en el estado de Sonora y en el sur de Arizona y Nuevo México.
Durante la temporada primavera-verano, cientos de miles de hembras preñadas se agrupan en una cueva dentro la Reserva de la Biósfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar en Sonora, convirtiéndose en la cueva de maternidad más grande descrita para la especie. En las afueras de la cueva ―y muchos kilómetros a la redonda―, no hay flores de saguaro (Carnegiea gigantea) para tomar su néctar, por lo que hacen vuelos de aproximadamente 80km cada noche (¡algo así como 2 maratones diarios!) para cumplir con el gasto energético de su condición lactante. Sí. Los murciélagos producen leche porque son mamíferos como nosotros.
Las crías al nacer representan aproximadamente el 30% del peso de su madre (¡es como si una mujer de 60kg diera a luz a un bebé de 20kg!), por lo tanto llevarla consigo en cada vuelo nocturno consume mucha energía y además pone en riesgo a la cría ante condiciones climáticas y se puede caer. Por lo anterior, la estrategia de las hembras es agrupar a las crías durante la noche formando lo que se conoce como parches de bebés, compuestos por 30 y hasta 400 crías. Esto tiene un gran beneficio para el desarrollo de las crías porque se transfieren calor por conducción ―es decir, por contacto directo― ya que no pueden generarlo por sí mismas en esta etapa. Al regresar a la cueva, las hembras tienen que encontrar a su cría entre cientos de crías hambrientas que conforman el parche.
Ese momento específico es el que a mí me interesó para realizar mi tesis de licenciatura en la UNAM, cuyo objetivo es conocer cómo es la dinámica de los parches de crías durante la noche y cómo una hembra encuentra a su cría. Para esto, quería grabar el mayor tiempo posible la interacción, por lo que para la primera vez que estuve en esa cueva armé un sistema de filmación en el cual utilicé una cámara de seguridad conectada por decenas de metro de cable a una laptop fuera de la cueva en medio del desierto. Fue un logro literalmente in-creíble y una maravilla poder ver qué estaban haciendo las crías en tiempo real, pero desafortunadamente la calidad de video que se obtiene a través de este método no es buena para estudiar la conducta de los animales. Así que al año siguiente, regresé con una cámara GoPro modificada para ser sensible a la luz infrarroja (o visión nocturna) y obtuve información muy valiosa. Por ejemplo: observé que las hembras huelen y vocalizan cuando se desplazan por el parche; encontré el tiempo promedio en el que encuentran a una cría que amamantar; descubrí qué tipo de contacto físico tienen con las crías y que la mayoría de estas crías también reconocen a la hembra, pues giran el cuerpo y se estiran hacia ella cuando la detectan.
Consecuentemente, en las Grutas de Juxtlahuaca, Guerrero realicé con otra población de la misma especie un experimento para probar si el olor juega un papel importante en el reconocimiento madre-cría. Tomé parejas de hembra-cría dentro de la cueva para tomar una muestra del olor de la cría con un algodón. Posteriormente hice en un laberinto en forma de “Y” . Coloqué a la hembra en la base del laberinto, puse un algodón con el olor de su cría (elección correcta) aleatoriamente en uno de los brazos y en el otro brazo uno con el olor de una cría ajena (elección incorrecta). La prueba duró 10 minutos y al finalizar se liberaron los animales en la cueva. El análisis del video del experimento incluyó medir el tiempo total de la hembra en cada uno de los brazos (correcto vs incorrecto), así como cuánto tiempo tardó la hembra en hacer una elección una vez que comenzó el experimento. El análisis estadístico sugiere que, a pesar de que las hembras visitaron ambos brazos, no hubo una diferencia significativa entre las elecciones, y por lo tanto se concluye que es un resultado azaroso; es decir, similar al 50-50%.
No es nada fácil estudiar el comportamiento en vida libre, sobre todo porque no se puede asegurar que los resultados conductuales adquiridos del animal son naturales y no como consecuencia de la presencia del equipo o los investigadores; de hecho, es la paradoja de quienes estudiamos la conducta. Sin embargo, no hay que dejar atrás este tipo de estudios descriptivos, pues sin conocer el comportamiento tanto de hembras como de crías en su primera etapa de vida de L. yerbabuenae es difícil plantear preguntas o realizar experimentos de comunicación entre individuos y desarrollo de aprendizaje―por ejemplo― o si existe algún tipo de cooperación entre estos animales coloniales. También es importante reconocer que muchas conductas que presentan los animales son una consecuencia directa de la fisiología y por lo tanto están relacionadas con la supervivencia del animal, como en este caso en donde las hembras agrupan a las crías para que no disminuya su temperatura.
Los resultados de los experimentos no siempre son “positivos” o comprueban la hipótesis planteada, como a mí me sucedió con la prueba de selección de olores; y no una, sino varias veces. Es difícil afrontarlo sobre todo por ser la primera investigación que hago, pero así se construye el conocimiento, sino ―yo pienso― sería magia. Además, el reporte de experimentos fallidos me parece fundamental para que próximos investigadores no gasten tiempo, recursos e ingenio en algo que ya se probó y no funcionó, y lo inviertan en mejorar o abordar la hipótesis de otra manera. En mi experiencia, me dio más razones para seguir adentrándome en el mundo de los murciélagos y conocer cómo hacen lo que hacen en un mundo, que bajo nuestra lupa humana, es totalmente diferente, pero con similitudes evolutivas.