Ana Luisa Castillo Maldonado (1)
1. Universidad Autónoma de Baja California Sur
Los oasis posibilitan el sustento de la población en los desiertos. Estos paisajes se componen de elementos naturales del humedal, pero también contienen elementos socioculturales como: una agrodivesidad introducida, entre la que se encuentra el palmar de dátil; un sistema de riego tradicional; una agricultura estratificada en sus huertas; una diversificación económica y una población en identidad con esos elementos. Su cultura oasiana es valiosa por los conocimientos que ha producido con base en su adaptación a la aridez, misma que hace falta valorar ante el aumento de la desertificación y la demanda de conocimientos sustentables en los desiertos.
Para el Desierto Sonorense se han estudiado los oasis de la península de Baja California (BC), pero hasta ahora había total ausencia de su estudio para el resto del Desierto Sonorense. Por ello, nos aventurarnos en Sonora para descubrir la existencia de estos paisajes en su territorio. Recorrimos 10 localidades relacionadas con la historia misional jesuita, y establecidas junto a ríos, por ser estos dos elementos indispensables para la construcción del paisaje de oasis durante la época colonial.
Después de casi un siglo de infructuosos intentos de conquista armada, los jesuitas iniciaron la colonización en Sonora. Con ellos se introdujeron cambios a los paisajes fluviales del Desierto Sonorense, para activar el sistema económico de autosustento. Lo que significó, para el régimen de la Nueva España la expansión al noroeste; y para los indígenas, la aculturación y reducción de su población. Los cambios introducidos por los jesuitas, fueron en gran medida producto de un transporte de la herencia cultural de oasis antiguos del Viejo Mundo.
Con ese antecedente, iniciamos nuestro recorrido entre el 16 y 29 de octubre de 2017. Salimos de Cd. Obregón hacia Nuri en la cuenca del río Yaqui, de ahí partimos al sur, hacia la cuenca del río Mayo en donde se encuentra Camoa. De Camoa nos dirigimos al norte hacia la cuenca río Concepción-arroyo Cocóspera, en la que se encuentran Magdalena, Tubutama y Sáric. Y finalmente, recorrimos hacia el centro del estado, Cucurpe y toda la ruta del río Sonora, en donde nos detuvimos en Banámichi, Huépac, Baviácora y Ures.
En Nuri, la primera impresión no fue la del oasis, pero conforme platicamos con sus pobladores, pudimos percibir una herencia vinculada con la cultura universal oasiana. No percibimos ningún palmar pero si una dinámica muy similar a la de los oasis de la península de BC. Sus pobladores conocían de una agricultura diversificada, recordaban las huertas de antaño y hacían mención de una complementariedad con la ganadería tradicional. También nos hablaron de las acequias, que aunque en ruinas, habían sido el motor del riego en el pasado.
En nuestro segundo destino, Camoa, nos platicaron de la variedad de frutos y recursos que recolectaban del monte para autoconsumo, como: papachi, chiltepín, mezcal, damiana, valeriana y leña. Sobre la misión nos dicen que está casi completamente reconstruida. También nos comentaron que las grandes extensiones de tierras cultivadas ya no pertenecen a los antiguos pobladores sino a los ejidatarios que las rentan a grandes agricultores. Recorrimos una parte del río y contemplamos sus enormes y antiguos álamos, pero no vimos nada de palmar.
En la cuenca del río Concepción-arroyo Cocóspera, visitamos primero Magdalena de Kino, que deja a la vista las terrazas de cultivo sembradas y productivas. Aún pueden verse los canales en tierra y parte de las acequias de cemento que todavía se llenan con agua extraída por bombeo, ya que el río deja ver solo un pequeñísimo flujo. Jesús, un poblador tradicional, que conoce todos las tierras de cultivo, nos habló del decaimiento de la agricultura y del cambio de uso de suelo que ahora se destina a la venta de terrenos para uso habitacional. De nuevo notamos la ausencia de palmar entre las huertas, pero Jesús nos explica que la vegetación arbórea que sirve para delimitar parcelas y brindar sombra son álamos, sauces y mezquites.
La siguiente parada fue Tubutama. Este pueblo cuenta con una iglesia monumental. Aquí las huertas siguen trabajándose de forma tradicional. Y ante nuestra insistencia en la búsqueda de palmar, nos recomendaron visitar “La Reforma”, a 5 km sobre el mismo río, en dónde nos dijeron encontraríamos palmas datileras que sí son aprovechadas para autoconsumo.
Luego nos dirigimos a Sáric, que significa pueblo entre dos ríos. Ahí la familia García nos llevó a conocer el rancho “El Nogal” que, muestra los elementos tradicionales del paisaje de oasis. Aquí sus habitantes nos hablaron de su percepción de la actual escases de agua en la región y de como mucha de su agrodiversidad ha dejado de cultivarse por considerarse que no es redituable para el comercio.
Luego partimos a la Cuenca del Río Sonora. En ella se encuentra Cucurpe, aquí la agricultura es muy importante, y aunque no vimos agua en el río, si vimos las acequias llenas. En este pueblo, tampoco vimos la presencia de palmar pero sí abundante mezquite. El templo misional jesuita original se encuentra en ruinas pero mantenido y señalado como monumento histórico. Ahí nos comentan que aún se conserva la estructura agrícola y de riego, aunque se han metido modificaciones y han cambiado los productos cultivados.
Huépac Banámichi, Baviácora y Ures, se encuentran todos a lo largo de la ruta del río Sonora, todos con vocación agrícola y ganadera, viven un proceso de migración de jóvenes a las ciudades. El común de los habitantes de estos pueblos, con los que se platicó, se queja de la contaminación de la minería hacia el río Sonora. Todos estos pueblos mantienen la institución e infraestructura de riego tradicional, pero mezcladas con innovaciones modernas, como el bombeo para extraer el agua, pues el nivel del río ha descendido y no logra abastecer la demanda del riego. Los habitantes de estos pueblos también mencionan que se sigue recolectando del monte chiltepín y pitahaya, pero la dinámica del mercado les ha motivado a introducir el nogal y dedicarse casi exclusivamente a su cultivo por ser lo más redituable.
Con este recorrido y el balance que hacemos de lo que observamos, terminamos concluyendo que los oasis misionales jesuitas del Desierto Sonorense, aunque con distinciones en su paisaje, conservan una fuerte herencia de la cultura del oasis transportada por los jesuitas. No se pudieron ver los abundantes palmares de washingtonia (tan característicos en la Península de BC) por que la vegetación natural riparia es dominada por álamos, mezquites y sauces. La ausencia del palmar de dátil, puede deberse al desplazamiento de este recurso agroforestal por otros más redituables como el nogal. Las diferencias que pude observar entre los oasis sonorenses, respecto a los de la Península de Baja California, además del tipo de vegetación, es que están más insertos dentro de las dinámicas del modelo de mercado agrícola intensivo y tecnificado. Mientras que los de la península de BC se encuentran poco más relegados o insertos en la urbanización y turistización.